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Por Jerald F. Dirks. Máster en Divinidad y doctorado en Psicología.
INTRODUCCIÓN
«Debes aceptarlo basándote solo en tu fe. Es un misterio divino; la lógica y el razonamiento humanos no pueden comprenderlo». Esas nunca son respuestas muy satisfactorias para aquel que busca con devoción la verdad religiosa. No obstante, prácticamente todo debate sobre la Trinidad se reduce de forma inevitable a que el defensor de esta doctrina tenga que recurrir a las frases anteriores.
Para ser justos, es probable que la doctrina cristiana más difícil de comprender de una manera coherente sea la de la Trinidad. Los intentos de debatir en profundidad la Trinidad inevitablemente se estancan debido a esfuerzos infructuosos por especificar las interrelaciones del «tres en uno». ¿Qué relación mantiene el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo? ¿Qué elementos de la Trinidad proceden de qué otros elementos? ¿Qué elementos de la Trinidad, de haberlos, están subordinados a otros elementos? ¿Qué elementos de la Trinidad han desempeñado qué papel en la historia divina (por ejemplo, qué elemento creó el universo)? Cuanto más se indaga en dichas cuestiones, más se tiene que recurrir a la evasión de la lógica al afirmar que la doctrina es un «misterio divino e indescriptible». Sobra decir que este estado de confusión apenas se considera una conclusión satisfactoria y parece contradecir el siguiente versículo de la Biblia:
Pues Dios no es el creador de la confusión… (Primera epístola a los corintios, 14:33).
UN PROBLEMA CON LA TRINIDAD
El cristianismo tradicional describe el nacimiento de Jesús como virginal, pues Jesús es el hijo «engendrado» de Dios. Por ejemplo, en Mateo, 1:18, se afirma que María estaba «encinta por obra del Espíritu Santo», y en Lucas, 1:35, un ángel le dice a María que el «Espíritu Santo vendrá a ti». Aunque estos versículos de la Biblia pueden resultar bastante ambiguos para ciertas personas, el credo de Nicea cristiano no deja lugar a equívoco cuando afirma: «Creemos en un solo señor, Jesucristo, hijo único de Dios, engendrado eternamente del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre». Asimismo, el denominado credo de los Apóstoles afirma que: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro señor, que fue concebido por el Espíritu Santo…».
Tal y como se puede observar en los versículos del Nuevo Testamento y los credos que se acaban de mencionar, uno de los problemas fundamentales a los que se enfrenta el concepto cristiano de la Trinidad es determinar quién es el supuesto padre de Jesucristo, el Padre o el Espíritu Santo. En Mateo, 1:18, se declara que María estaba «encinta por obra del Espíritu Santo», no del Padre. En Lucas, 1:35, a María le anuncian que el «Espíritu Santo vendrá a ti», no el Padre. El credo de los apóstoles sostiene que Jesucristo es el «único hijo» del Padre, pero que «fue concebido por el Espíritu Santo». Incluso el credo de Nicea, que primero expone que Jesús fue «engendrado del Padre», afirma más tarde que Jesús «se encarnó a partir del Espíritu Santo». Entonces, ¿quién era el padre de Jesucristo? ¿El Padre o el Espíritu Santo?
LA TRINIDAD NO TIENE BASE BÍBLICA
Dada la confusión que existe en torno a la Trinidad, cabe preguntarse dónde y cómo se originó dicha doctrina. Sin duda alguna, no proviene de la Biblia, pues la palabra trinidad, sus cognados y sus derivados no aparecen en el texto de la Biblia ni una sola vez. Aunque se hace referencia de forma esporádica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Mateo, 28:19 y Primera epístola de Juan, 5:7), se puede demostrar que estos pasajes son interpolaciones posteriores en el texto de la Biblia.
Por ejemplo, la única parte de la Primera epístola de Juan, 5:7 que existe en textos anteriores de la Biblia es la frase: «Pues tres son los que dan testimonio», que hace referencia a los tres testigos que se describen en el versículo siguiente. Se han realizado análisis de los textos bíblicos que indican que la referencia de la Primera epístola de Juan, 5:7 a: «el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno» apareció por primera vez en la Biblia en el siglo IV, primero en España hacia el año 380 y más tarde en la Vulgata, escrita en latín. Dado que algunos de los textos posteriores en griego de la Biblia contaban con la interpolación del siglo IV, esta fue recuperada e incluida en la Biblia del rey Jacobo en inglés. En cambio, existen traducciones académicas más recientes de la Biblia al inglés, como la Revised Standard Version (versión estándar revisada), la New Revised Standard Version (nueva versión estándar revisada) y la versión de Jerusalén, entre otras, que omiten con razón la referencia de: «el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo», pues es una inserción editorial posterior.
Asimismo, la «Gran Comisión» recogida en Mateo, 28;19, en la que «Jesucristo resucitado» supuestamente les dijo a sus discípulos que se bautizaran «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», también puede considerarse como una frase que surgió durante los inicios de la Iglesia cristiana y no como un dicho de Jesús. Prueba de ello es que, en Hechos, 2:38, 8:16 y 19:5 se menciona explícitamente que los discípulos de Jesús, los primeros cristianos, e incluso Pablo fueron bautizados en el nombre de Jesús, no en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. O todos desobedecieron de forma deliberada la orden que Cristo les dio en la «Gran Comisión» o nunca se dio dicha orden. Sin duda alguna, lo segundo parece ser una explicación más realista. Es más, en Lucas, 24, se anuncia que Jesús subió al cielo el Domingo de Resurrección y, por lo tanto, no podría haber estado presente para declarar lo que figura en Mateo, 28:19.
LA BASE BÍBLICA DE LA UNIDAD
Mientras que no hay una base sólida en la Biblia que respalde la doctrina de la Trinidad, las Sagradas Escrituras son bastante explícitas a la hora de adoctrinar sobre la Unidad de Dios. Por ejemplo, el shemá del Antiguo Testamento rechaza con claridad cualquier concepto de la deidad que no sea la Unidad de Dios.
Oye, Israel: el SEÑOR es nuestro Dios. El SEÑOR es uno.… (Deuteronomio, 6:4).
Asimismo, el énfasis que se hace sobre la Unidad de Dios no solo se limita a la sección de la Biblia del Antiguo Testamento. También se pueden encontrar frases que hacen referencia a la Unidad de Dios en el Nuevo Testamento.
Crees que Dios es uno; bien haces: los demonios también creen, y tiemblan. (Santiago, 2:19).
Además, según se relata en el Nuevo Testamento, las propias palabras de Jesucristo recalcan la Unidad de Dios.
Y uno de los escribas se acercó y los oyó cuestionando juntos, y sabiendo que les había respondido bien, le preguntó: «¿Cuál mandamiento es el primero de todos?». Jesús respondió: «El primero es: “Oye, oh, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor es uno”». (Marcos, 12:28-29).
Los ejemplos mencionados sobre la Unidad de Dios son solo unos de los pocos que aparecen en la Biblia. A riesgo de insistir en exceso en el tema, los siguientes versículos respaldan todavía más la base bíblica del concepto de la Unidad de Dios.
Se os mostró para que supierais que el SEÑOR es Dios. No hay nadie más que él. (Deuteronomio, 4:35).
Ved ahora que yo, yo soy ÉL, y no hay otro dios conmigo; yo doy la muerte y yo doy la vida; yo hiero y yo sano; y no hay quien se libre de mi mano. (Deuteronomio, 32:39).
Para que supieses que el Señor es Dios, y no hay otro más que él. (Primer libro de los Reyes, 8:60).
¿Hay otro dios además de mí? No, no hay otro dios; no conozco otro […]. Yo soy el Señor y no hay otro: no hay ningún dios además de mí: Te he fortalecido y no me conoces: para que sepan los que son de oriente y los que son de occidente que no hay nadie más que yo. Yo soy el Señor y no hay otro. […]. Hablad y venid, y deliberad juntos: ¿quién lo había declarado desde el principio, quién lo había anunciado desde esos tiempos? ¿Acaso no fui yo, el Señor, y no hay otro dios además de mí? Un Dios justo y un salvador, no hay nadie más que yo. Convertíos a mí y os salvaré, de todos los confines de la Tierra: pues yo soy Dios y no hay otro. (Isaías, 44:8b y 45:5-6, 21-22).
Véase el uso constante y repetido de pronombres en singular cuando se hace referencia a Dios en los pasajes anteriores, en lugar de las formas en plural, que habrían sido adecuadas si hubiese «tres en uno».
LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD
Como debería haber quedado ya claro, la doctrina de la trinidad se desarrolló poco a poco a lo largo de varios siglos, y no sin considerable controversia y rechazo. En los primeros siglos desde su origen, el cristianismo primitivo tuvo dificultades para mantener una postura monoteísta rigurosa al mismo tiempo que rendía homenaje a Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Una solución, principalmente representada por los diferentes adopcionistas (véase el capítulo «Jesús: ¿hombre y dios?»), fue subordinar Jesús a Dios. Una segunda solución, representada por el modalismo, fue buscar una manera de representar al Padre, a Jesús y al Espíritu Santo como simplemente tres funciones o modos diferentes de autorrevelación de Dios, sin que haya «personas» distintivas en la naturaleza de Dios.
No fue hasta el Concilio de Nicea en 325 que la doctrina de que Jesús era de la misma sustancia que el Padre comenzó a formularse en un sentido estricto, aunque incluso en Nicea, apenas se habló sobre el Espíritu Santo. Asimismo, no hubo mucha unidad en Nicea, y lo que tuvo lugar allí fue solo por la fuerza de las armas del emperador Constantino. En realidad, no se aceptó de verdad la doctrina cristiana de la Trinidad hasta el Concilio de Constantinopla en 381, durante el cual el Concilio llegó a la conclusión de que el Espíritu Santo no era un subordinado del Padre y el Hijo, sino una «persona» diferente del Padre y el Hijo que compartía la misma sustancia divina que el Padre y el Hijo. Por tanto, solo a finales del siglo IV el concepto trinitario tradicional del cristianismo empezó a convertirse en doctrina «oficial».
El credo atanasiano alrededor del año 500 afirma que Dios consta de una substantia, tres personae (una sustancia, tres personas). Pero la controversia aún estaba lejos de terminar. Tal y como Agustín indicó en De Trinitate (La Trinidad):
… nuestros amigos griegos hablan de una esencia (ousía) y tres sustancias (hypóstases), pero nuestros amigos latinos de una esencia o sustancia (substantia) y tres personas (personae).
CONFLICTO CONSTANTE CON LA TRINIDAD
El conflicto con la Trinidad entre el cristianismo latino u occidental y el cristianismo griego u oriental no solo se limitaba a la cuestión de si la Trinidad estaba constituida por tres personas en una sustancia o tres sustancias en una esencia. En el siglo VI, la Iglesia occidental empezó a introducir paulatinamente la cláusula Filioque (y del Hijo) en el credo de Nicea justo detrás de las palabras «el Espíritu Santo […] que procede del Padre», cambiando así el credo de Nicea a: «el Espíritu Santo […] que procede del Padre y del Hijo». Aunque la cláusula Filioque no pasó a ser una doctrina oficial de la Iglesia católica romana hasta que el papa la aceptó en el siglo XI, la Iglesia ortodoxa consideró esta inserción en el credo de Nicea un error teológico. La Iglesia anglicana y la mayoría de las Iglesias protestantes siguieron más tarde el ejemplo de la Iglesia católica y aceptaron la cláusula Filioque.
No se debe restar importancia al conflicto en torno a la inserción de la cláusula Filioque en la visión del cristianismo occidental sobre la Trinidad. En una respuesta al menos parcial a este conflicto, el Cisma de Focio de 867 dividió el cristianismo occidental y oriental en dos facciones enfrentadas; el papa Nicolás I se negó a reconocer a Focio como el obispo y patriarca de Constantinopla, y Focio declaró que había depuesto a Nicolás I del papado. En 1054, resurgió la guerra entre el cristianismo occidental y oriental. Y de nuevo, la inserción de la cláusula Filioque tuvo, al menos en parte, la culpa. El resultado final fue que el papa León IX excomulgó a Miguel Cerulario, el patriarca de Constantinopla, el 16 de julio de 1054. En respuesta, Miguel Cerulario excomulgó de inmediato al papa León IX. Cabe destacar que estas excomuniones permanecieron vigentes hasta que el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I las levantaron el 7 de diciembre de 1965.
¿Cómo puede verse una doctrina que tiene como consecuencia la excomunión mutua de dos de los líderes más importantes del cristianismo como otra cosa que una confusión masiva?
EL ISLAM Y LA NATURALEZA DE DIOS
Una de las diferencias que separan al islam del cristianismo contemporáneo tiene que ver con la naturaleza de Dios. En el islam, al igual que en el judaísmo y varias ramas del cristianismo en sus inicios, se adoctrina un monoteísmo riguroso y absoluto, en el que Dios se considera que es Único e Indivisible. El Corán insiste con ahínco en el Tawhid (Unidad de Dios).
¡Seguidores de la revelación anterior! No llevéis las cosas al extremo con vuestras (doctrinas) religiosas, y no digáis nada sobre Dios que no sea cierto. Jesús, el hijo de María, era el mensajero de Dios y Su palabra [¡Sé!] que depositó en María; un espíritu creado por Él. Creed, pues, en Dios y en Sus mensajeros (que eran hombres mortales). No digáis: «Trinidad». No lo hagáis, pues es lo mejor para vosotros. Ciertamente Dios es un solo Dios, ¡alabado sea Él!¡Está (muy por encima) de tener un hijo! Es dueño de todo lo que hay en los cielos y en la tierra, ¡y Dios es más que suficiente para ocuparse (Él mismo) de los problemas! (Corán, 4:171).
Quienes dicen que Dios es Jesús, el Mesías, el hijo de María, están ocultado (la auténtica verdad) […]. ¡Quienes dicen que Dios es el Mesías, el hijo de María, están ocultado (la verdad)! El mismo Mesías dijo: «¡Hijos de Israel! Servid a Dios, el Único que es mi Señor y vuestro Señor». A quienquiera que se asocie con Dios, bueno, Dios le prohibirá la entrada al jardín y, en cambio, el fuego será su hogar —y los corruptos no tendrán a nadie que los ayude—. Quienes dicen que Dios es uno de los tres de la Trinidad están ocultado (la verdad, también), pues no hay otro Dios que el Único Dios. (Corán, 5:17a, 72-73a).
Di: “Él es Dios, Uno, Dios es el Absoluto. No engendra ni ha sido engendrado, y no hay nada que se le parezca. (Corán, 112:1-4).
(Extracto del libro "Comprender el islam fácilmente")
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Tabla de contenidos
Apartado II: artículos generales
¿Por qué existe el mal y el sufrimiento?
Por qué creo en Dios — testimonio de un musulmán
El Corán, la ciencia moderna y más
El islam y el racismo
El islam: ¿la solución a los problemas sociales de Estados Unidos?
Algunas virtudes musulmanas (dichos del profeta)
Apartado IV: islam y cristianismo
Puntos en común: judaísmo, cristianismo e islam
Expiación vicaria en la «sangre del Cordero»
La Biblia y la ciencia moderna